Toda materia, vida y energía fueron comprimidas. Los dioses tenían poder sobre ella, pero, como sucede con cualquier situación, cuando todos controlan, nadie tiene realmente el control…
Fei’Gr (el destino) fue el primero. Con su toque creó el mundo, y nada más. Su creación fue abandonada. Este mundo estuvo sumergido en tinieblas, y de ellas surgieron las primeras criaturas que se arrastraban en la oscuridad. Sus gritos desgarradores despertaron a He’klios (el fuego), quien decidió iluminarlo y, en su desagrado, purificarlo con su poder abrasador.
Aprovechando el calor que se producía, Va’Nar (la vida) decidió utilizarlo para crear.
Entonces Ak’Vae (la esencia) lo inundó para apagar el fuego, y así este mundo se llenó de agua. Poco sobrevivió, pero los diferentes seres que allí habitaban encontraron alivio. Comenzaron a desarrollarse, a respirar, a inventar y a explorar.
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